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Artículos de Fondo
El tío Sam y su doble moral
Causa una real extrañeza la actitud del gobierno estadounidense frente a lo que sucede en otros países, en el sentido de darles todo su apoyo, respeto y confianza, en sus necesidades más urgentes. Tal es el caso de Siria, en el Medio Oriente, cuyo presidente, Hafez El Assad, ha fallecido luego de más de 30 años de gobierno inintrerrumpido. Y su sucesor inmediato es su hijo, Bachar El Assad, quien en breve cumplirá 35 años de edad. Pero, como en ese país la edad mínima para acceder a la Presidencia, era de 40 años, el Parlamento, ni corto ni perezoso aprobó una enmienda a la Constitución que rebaja a 35 años de edad la posibilidad para ingresar a la alta magistratura de esa nación. Pues bien, a este ese punto, tal parece que las cosas le irán de perilla al sucesor, quien no sólo hereda la fortuna de su padre sino también su cargo. Esto nos indica que, obviamente, el poder es netamente hereditario y que las leyes se cambian al antojo de aquellos que tienen la sartén por el mango en ese país. Qué diferencia con el nuestro ¿no?, pues, en aras de la democracia representativa de nuestra nación, debemos aceptar la intromisión de organismos extranjeros que incluso nosotros mismo invitamos para que nos observen, pero que, a final de cuentas, terminan pretendiendo imponer sus condiciones y caprichos, especialmente lo que manda el gobierno norteamericano, que debiera ser ejemplo vivo de lo que significa la democracia.
A todo esto, con el problema de Siria, que en realidad ya está resuelto, ¿dónde está el gobierno estadounidense? Pues en Estados Unidos la situación es sumamente rara, teniendo en cuenta que la Casa Blanca anunció que la secretaria de Estado, Madeleine Albright, representará a este país durante los funerales de Hafez El Assad. Siria figura en una lista de Estados Unidos sobre países que apoyan el terrorismo, lo que hace imposible que el mandatario estadounidense, Bill Clinton acuda personalmente al entierro.
¿Cómo la vieron? Al margen del sensible fallecimiento del líder sirio, el presidente norteamericano Bill Clinton, no desaprueba que el régimen de administración gubernamental se dé en forma hereditaria y que, a pesar de las vinculaciones directas con el terrorismo, no hay problema con Siria y envía a su representante directa al entierro de Assad.
Mientras eso sucede en la lejana Siria, la doble moral de Clinton hace que, a través de ciertos organismos de observación electoral, presionen a nuestro gobierno con amenazas de quitarnos su apoyo financiero y nos traten como si fuésemos unos apestados.
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