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Artículos de Fondo
Confesiones de una profesional
Bárbara, vendedora de placer
Es la profesión más antigua del mundo y la única que no va a desaparecer aunque la tecnología llegue a niveles jamás soñados por el hombre y las necesidaes físicas del ser humano se simplifiquen al máximo. No fue fácil conseguir una entrevista con una mujer que vende su cuerpo por dinero. Ellas, como es lógico, tienen sus reservas y no hablan de su trabajo con cualquiera. Tiene que ser con una persona de su confianza, o con uno de sus clientes habituales, para que pierdan el temor a ser denunciadas a la autoridades o a ser víctimas de un chantaje. No obstante, después de muchas tentativas, y gracias a la intervencion de uno de esos clientes, GENTE consiguió entrevistar a Bárbara, una joven provinciana de 25 años establecida en la ciudad de Lima, hace 10 años que trabaja como "profesional del amor (según sus palabras).
¿Cómo llegó una mujer como tú, joven, bonita y con tan buena presencia, a ejercer esta profesión?
(Riendo) Eso es lo primero que me pregunta todo el mundo. Bien, es muy fácil. Me fui de mi casa cuando tenía 13 años... no podía seguir allí, mi madre era alcohólica y mi padrastro también. Me insultaban constantemente y me pegaban por cualquier motivo... y el marido de mi madre, cada vez que tenía oportunidad, me manoseaba y me hacía todo tipo de proposiciones. Resistí hasta donde pude, pero de todas formas, él me violó. Fue una experiencia traumatizante para mí, y todavía no he podido olvidar aquel momento.
¿Pero empezaste a ejercer la prostitución desde esa edad?
No, cuando me escapé de mi casa en el norte, me mudé con una amiga que era más joven que yo y con su hermana mayor... las conocí en el hospital una vez que me tuvieron que internar porque me caí y me fracturé un brazo. Vivían en mi mismo barrio, y en otras ocasiones en que yo las había visitado les había contado cuál era la situación en mi casa. Yo no tenía un centavo y ellas sabían que no tenía a quién recurrir, así que me recibieron sin hacer muchas preguntas. ¡Fueron muy buenas conmigo!
La hermana mayor, tu amiga, ¿era una vendedora de amor?
Sí, aunque yo no lo sabía. Ella me aconsejó que estudiara para que más adelante pudiera conseguir un trabajo decente y prometió ayudarme hasta que yo fuese mayor de edad. Pero cuando cumplí 15 años, todas me decían que ya era toda una mujer y, sin falsa modestia, puedo decir que cuando caminaba por las calles todos los hombres volteaban la cabeza para mirarme. Entre ellos había uno que a mí me gustaba mucho, era un joven como de 20 años y parecía que estaba hecho a mano por un famoso escultor. Sí, ya sé lo que está pensando... Pues sí, este hombre resultó ser un caficho, o sea, un administrador de mujeres jóvenes que, como yo, deseaban ganar mucho dinero y disfrutar de la vida.
¿Fue él quien la inició en la profesión?
Sí, primero me enamoré y me hizo su mujer. Después me convenció para que yo aceptara estar con otros hombres que iban a pagarme muy bien y que no iban a complicarme la existencia. "Es un trabajo como otro cualquiera... y nuestro amor no va a cambiar, al contrario, te protegeré y estaré más cerca de ti. Además, no tienes que aguantar impertinencias de ningún jefe y con el dinero que vas a ganar te puedes retirar en poco tiempo y podremos abrir un pequeño negocio". Me lo repitió tantas veces que me convenció...
Así fue el comienzo.
Pero tú tenías que pagarle a ese hombre parte de lo ganabas. ¿Cuánto te exigía?
Bueno, como en este caso estaban involucrados mis sentimientos hacia él, yo aceptaba todo lo que él disponía. Marcelo buscaba los clientes y los traía al departamento que me había alquilado. Él les cobraba y, después de sacar los gastos de la renta, me daba a mí el cincuenta por ciento de lo que quedaba para mis gastos personales. Estaba tan enamorada de él que pensaba que aquella situación era normal y no debía quejarme.
¿Cuanto tiempo trabajaste en esas condiciones?
Tres años. Pero, poco a poco, mi amor por aquel hombre fue muriendo... y, por otra parte, cada día yo tenía más experiencia. Durante ese tiempo otras personas me propusieron hacer negocio conmigo. Una madame (dueña de un burdel donde tiene a varias mujeres jóvenes que trabajan para ella) aquí en Lima me había enviado dos o tres mensajes porque sabía de mí por algunos de mis clientes y quería conocerme. Fui a verla, me pareció atractivo lo que me propuso y al día siguiente me mudé para su casa. Allí no tenía que pagar renta ni ningún otro gasto, y ella me daba el sesenta por ciento de las tarifas establecidas.
A propósito, ¿cuáles son esas tarifas?
Eso depende de muchos factores. Primero que todo de la categoría del lugar. Después de lo que quiera el cliente y por último del tiempo que quiera. La tarifa varía si una trabaja en solitario (la mujer que está en la calle, invita al hombre a pasar un buen rato, y generalmente van a un motel que paga él); si tiene un departamento y sólo trabaja mediante citas, o si es empleada de una madame y es seleccionada de un libro que le muestran al cliente para que elija a la mujer con la que quiere "pasar un buen rato". Este es un sistema que sólo tienen las casas de mucha categoría.
Pero, en cada caso, ¿cuánto te pagan?
Te pondré como ejemplo mi actual situación. Yo trabajo por mi cuenta, tengo un apartamento bueno, decorado con buen gusto y es muy cómodo y discreto. En la sala hay un bar provisto de buenos licores. Ofrezco un primer trago a mis clientes como cortesía, y si quieren más, tienen que pagarlo al mismo precio que en los bares o discotecas. Yo no atiendo a nadie por menos de una hora y lo mínimo que cobro son 100 dólares.
¿Y lo máximo..?
Depende. Si el señor quiere quedarse más tiempo, digamos que una hora y media, tiene que pagar 150 dólares. Y si quiere ver convertidas en realidad sus fantasías eróticas (películas, ropa especial, bailes, u otra cualquiera), la tarifa sube 50 dólares en cada media hora. Otros hombres quieren sexo con más de una mujer. En esos casos, me comunico con alguna compañera, ésta viene al departamento y lo complacemos por el doble del precio estipulado. Como habrás podido comprobar, este negocio está bien planificado.
Y las vendedoras de placer que están en la calle... ¿cuánto cobran?
En la actualidad no sé exactamente, pero cuando yo me inicié, hace diez años, yo cobraba 15 dólares por media hora... creo que ahora es alrededor de 30 dólares. ¡El sexo cada día está más caro! Estamos afectadas por la inflación, la recesión... ¡todo! Ya ni siquiera nos dan propina. Antes, si el cliente quedaba satisfecho, siempre tenía una relación especial con una, pero ahora, hasta regatean buscando una rebaja.
¿Y qué pasa si el tiempo se cumple y tu cliente no ha terminado?
¡Ese es su problema! Pero si se trata de un cliente bueno, y no tengo otro cliente esperando, permito que se quede diez o quince minutos más para que no se sienta frustrado. Tengo técnicas especiales para esas situaciones... Palabras eróticas, movimientos diferentes... ¡Lo que quiero es que termine y que se vaya complacido!
¿Y nunca te has encontrado con un hombre impotente?
Sí... me da mucha pena con ellos, sobre todo cuando son jóvenes. Pero en esos casos, trato de darles apoyo y recomendarles algunas técnicas que pueden ayudarlos... siempre que el problema sea de origen sicólogico. Si se trata de impotencia física, les doy referencias algunos de los médicos que conozco y ellos, a su vez, me dan una comisión.
¿Y qué otro tipo de problema se encuentra frecuentemente cuando estas a solas con un hombre?
Está el caso de los hombres que tienen un pene muy pequeño y les da vergüenza que los vean. Comienzan por pedir que no haya luz en la habitación. Después no permiten que los toquen hasta después de que han logrado una erección. Y por último buscan posiciones donde se note menos la dimensión del pene.
¿Y qué haces cuándo estás frente a esos casos?
Hay que tener mucha paciencia con estos hombres. Les explico que para las mujeres el tamaño del pene no es lo más importante, sino la calidad del acto sexual. Por otro lado, les hablo de los muchos recursos que tiene un hombre para satisfacer a una mujer... y les propongo que tengamos sexo oral. Además, yo finjo sentir un gran placer. Siempre quedan satisfechos.
¿A cuántos hombres puedes recibir diariamente?
Bueno, eso también depende de la persona. Yo sé de compañeras que atienden a una docena de hombres cada día. Sin embargo, yo trabajo diferente. Para mí, mi negocio es igual que si se tratara de un empleo en una oficina, o en un teatro... Primero que todo, yo no vivo en el lugar de trabajo; yo llego allí alrededor de las doce del día, y lo hago a esa hora porque hay algunos ejecutivos que vienen a verme al mediodía... cuando todos suponen que van a un almuerzo de negocios. ¿Quién va a sospechar que esos señores en lugar de comer, prefieren ir a mi casa y hacer el amor conmigo? Después, si no tengo otras citas me voy para mi casa y no regreso hasta las cinco de la tarde. Regularmente atiendo a cuatro o cinco hombres diariamente. Podría atender a muchos más, pero no quiero agotarme sin necesidad... después de todo con lo que gano puede vivir bien y además, me gusta estar descansada cuando llega un cliente nuevo.
¿Cómo es eso de que vives en otro lugar?
Muy sencillo, como le dije anteriormente mi centro de trabajo no tiene nada que ver con mi hogar, que es el lugar donde vivo con mi marido y donde llevamos una vida de pareja igual a la de cualquier otra.
¿Quiere decir que tú tienes una relación sentimental estable? ¿Y él sabe a lo que te dedicas?
¡Claro que sí! Ya hace cinco años que vivo con este hombre y tal vez nos casemos en un futuro. Es posible que cuando yo me retire iniciemos un negocio y vivamos de eso.
Pero... ¿a tu amante no le importa que te se acuestes con otros hombres?
¡Por supuesto que no! él sabe que éste es mi trabajo y que jamás me involucro con ninguno de mis clientes. Él entiende que éstos son actos mecánicos, desprovistos de sentimientos...
¿Y es realmente así? ¿No experimentas placer cuando estás haciendo el amor con tus clientes? ¿Nunca te has enamorado de uno de ellos?
Por regla general, no me excito con mis clientes aunque trato de que ellos no se den cuenta, pero tú sabes, a veces no se puede evitar. Una vez conocí a un hombre que venía a verme dos veces a la semana. ¡Era un amante increíble! Haciendo el amor con él descubrí que yo era una mujer multiorgásmica. Esta relación casi me hace terminar con mi marido, pero, afortunadamente, él dejó de venir a mi casa y reaccioné. ¡No se pueden mezclar los negocios y los sentimientos!
¿Cómo conociste a tu marido? ¿A qué se dedica él? ¿Lo mantienes?
Espere... espere... Le explico. Cuando lo conocí, él también estaba dentro de este negocio. Se dedicaba a buscar mujeres jóvenes y atractivas que trabajaran para él. Pero cuando nos conocimos, nos enamoramos y al poco tiempo él dejó este trabajo. Con algún dinero que tenía ahorrado compró taxis y abrió una compañía de alquiler de carros. Hoy tiene toda una flota. Si el negocio sigue creciendo, él quiere que yo deje de trabajar... La realidad es que aún no hemos decidido el futuro...
¿Hablas de tu trabajo con él? ¿Te hace preguntas?
No, eso sería faltarle el respeto, y aunque no le oculto nada, tampoco presumo de lo que hago. A veces él me nota tensa y me pregunta qué me pasa... Me limito a decirle que tuve un día muy difícil.
Volvamos a tu trabajo... ¿no tienes miedo de contraer una enfermedad sexual, SIDA, por ejemplo?
Yo creo que nadie está libre de contraer una enfermedad venérea. Pero en el caso de nosotras, tenemos que redoblar precauciones. Yo no voy a la cama con ningún hombre que no use un preservativo desde el primer momento y que no cumpla con todas las reglas de higiene establecidas en mi negocio. Por otro lado, voy al médico cada dos meses para someterme a un examen general.
¿Es cierto que ustedes tienen que pagarle una cantidad a la policía para que no las moleste?
No... A mí nunca una autoridad me ha exigido dinero. Sin embargo, en más de una ocasión me han visitado unos hombres que dicen ser protectores de nuestra clase... ésos sí quieren que se les pague.
¿Y les pagas?
Yo te voy a decir la verdad, es conveniente estar bien con esos hombres y efectivamente, como ellos pertenecen a una clase muy baja, conocen a todo el elemento que puede traerme problemas.
¿Y ustedes no le piden una identidad a sus clientes antes de recibirlos?
Sí... pero cuando ya se está en un nivel como el mío sólo recibimos a los clientes habituales y a los que hayan sido recomendados por ellos.
¿Arreglan las citas por teléfono o cada hombre tiene su día fijo para visitarlas?
Tenemos grabadoras para atender las llamadas. Recogemos el mensaje, consultamos nuestro programa de trabajo y devolvemos la llamada. Son muy pocos los hombres que nos visitan un día fijo. Lo que pasa es que la mayoría de los que vienen a pasar un buen rato con nosotras, son hombres casados que quieren experimentar con otras mujeres lo que no son capaces de hacer con sus esposas.
Y esos hombres, ¿no tienen miedo de dejar mensajes comprometedores en su máquina contestadora?
¡No tienen problemas! Hay una serie de códigos secretos que mis clientes conocen muy bien. Cualquiera puede oír el mensaje sin sospechar de lo que se trata.
Y algunos de sus clientes... ¿se queda a pasar la noche con usted?
Muy rara vez... Como te dije, mi horario es de doce del día a la medianoche. Pero si se presenta un caso especial... digamos que es un hombre que está de paso en la ciudad y quiere quedarse, y está dispuesto a pagar lo que esto vale, pues hacemos un arreglo con él.
¿Y cuánto le cuesta ese arreglo?
Entre 350 y 400 dólares, que equivale a lo mismo que le costaría un buen hotel, más la compañía que yo le brindo. Además, por la mañana le sirvo un buen desayuno en la cama para que no extrañe su casa.
¿No te has tropezado alguna vez con un maníaco sexual?
Lamentablemente, sí. Y he pasado mis apuros.
¿Qué te piden esos hombres?
Extravagancias sexuales... Unos quieren que los amarren, otros que les peguen, algunos sólo quieren que una se vista de determinada forma... pero hay unos tipos a los que llamo enfermos, que piden cosas repulsivas. Yo no recibo a esos pendejos.
¿No has pensado qué va a pasar cuando ya no seas joven y no puedas trabajar? ¿Vas a convertirse en una madame?
¡No lo creo... pero quién sabe! Yo tengo muchos planes. Si los negocios de mi marido y los míos siguen funcionando bien me retiraré dentro de cinco años y pondré un negocio lícito... tal vez una boutique o quizás abra una oficina de bienes raíces, ¡no se exactamente qué va a pasar... el futuro, a veces, es incierto! (Por: Dravis Beacley).
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