Cuando un alumno te pregunte cómo se escribe periodismo, simplemente envíalo a leer a García Márquez, y, por cierto, yo escogería esta serie que, con el título de Notas de prensa, viene publicando la cada vez más imprescindible Editorial NORMA.

Precisamente estamos con el volumen que recoge los artículos del querido "Gabo" correspondientes a 1980-1984, y en ellos, ya pleno y maduro, sápido y sabio, el entrañable padre de El amor en los tiempos del cólera, siempre tiene la frase oportuna, el comentario cabal, la salida (o entrada) que dignifican la profesión y la hacen permanentemente renovada, y no esa mostrenca serie de sandeces que uno tiene -a veces- que leer bajo el rubro de prensa escrita.

¡Quién es el necio que ha hablado sobre el divortium acuárum entre poesía y verdad, entre belleza y realidad, entre magia y objetividad!

El "Gabo" puede ser lo más objetivo posible, y, por ello, no deja de situarnos en el centro mismo de un acontecimiento, sin por ello perder la extracción de esa perla de beleza o de paradigma de humanidad que tiene todo hecho realizado (por, para, contra) el hombre, con lo que se demuestra que el verdadero periodismo no es sólo el arte de lo efímero (que esto, de por sí, ya es estática, pues, v.gr. Valery fue uno de los que señala que la poesía era la palabra en el tiempo, y que ella, precisamente, se caracterizaba por intentar aprehender lo volandero de la experiencia: ni más ni menos que lo que hace el bueno periodismo, que sólo en sus estancias menores sirve como papel para envolver pescado -frase del querido Antoñito Cisneros...)

Pues bien, el que ingresa a estas Notas de prensa (que nosotros, sin empacho calificamos de crónicas: el género periodístico más literario, como dicen reputados manuales de la especialidad), tiene ocasión, vasta y suficiente, como para un largo deleite, que por momentos llega al delirio de no saber si Gabriel García Márquez está escribiendo sobre un hecho real (todo lo periodístico tiene que comenzar por lo real, esto es de perogrullo), o está simplemente dejando correr la imaginación y ya aprehendió lo que, más adelante, será convertido en cuento, realto o componente de una de las muchas novelas que tiene en su imaginación.

El volumen es un verdadero banquete para gourmets literario-period’sticos pues son casi setecientas páginas, que incluyen un utilísimo índice onomástico que facilita enormemente la tarea de los investigadores (con lo que se demuestra que el libro no concluye sólo por interesar a los que leen por placer, sino que es una ofrenda a los estudiosos de la obra integérrima de quien es tan buen fabulador como periodista de altos kilates).

El que ingresa al texto que comentamos, en primer lugar, dará, pues, un paseo fascinante por los meandros del primer quinquenio de la década del 80 (que ésta es la primera responsabilidad del periodismo), pero recreado por el lente multiforme del "Gabo" que, con su mirada zahorí, sabe separar la paja del grano, lo efímero y contingente, de lo permanente y duradero.

Artículos sobre las vicisitudes del Premio Nóbel, la lucha del pueblo salvadoreño, los combates por la Nicarague libre, los tufos de Kissinger y Reagan, palabras sobre Mitterrand, la Guerra de las Malvinas, cine mucho cine (García Márquez es no sólo cinéfilo sino que estudió el 7mo. Arte en Roma), varios artícuos sobre su admirado Hemingway, temas sobre su indelebre solidaridad con la Patria de José Martí, y varios otros que son una suerte de arte poética sobre narrativa ("El cuento del cuento". "Me alquilo para soñar", etcétera). No faltan sus enfrentamientos contra el englobamiento académico, perceptible en ese formidable texto: "La vaina de los diccionarios".

En fin, de todo como en la vida, porque no hay profesión más vinculada a la vida que la del periodismo. ¡Así sea!

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