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Colaboradores
El Quinto Pie del Gato
Escribe: José
Enrique Escardó
quintopie@genteperu.com
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"Grandes mentes hablan de ideas. Mentes promedio hablan de eventos.Mentes pequeñas hablan de otras personas." |
EL CIELO ES FRIVOLO
De lejos, enmascarada, veo la Tierra como una bella obra maestra, unos dicen que de algùn dios, otros que de la evolución. Pero mientras más me acerco, más veo un mundo lleno de mierda. Si me sigo acercando y veo a mi alrededor, todos apestan a mentira, a mediocridad, a hipocresía, a violencia solapada, a explotación, a sinvergüencería.
Gracias a la cuna en que nací, me es familiar este submundo al que en muchos países llaman "la alta sociedad". El hecho de haber nacido y de haberme rodeado de miembros de esa "alta sociedad" me inspiró a ser lo que soy: un despreciador, un destructor. Pero mi desprecio es inteligente, al más puro estilo paulino. San Pablo recomienda en la biblia que hay que "estar en el mundo sin ser del mundo". Y así me gusta vivir. Metiendo mis narices en los asuntos de "la alta sociedad" y, desde sus propias entrañas, cuestiono sus valores y los destruyo. A veces logro que alguien se dé cuenta del chiquero a cuyo hedor se ha acostumbrado y el resultado de este despertar es que él nunca más podrá vivir tranquilo en ese submundo. Así como yo me di cuenta y no vivo tranquilo...
Cuando me acerco a ellos, me escondo en una imitación y me esfuerzo por parecer que me gusta su nariz respingada, sus bailes, su música, su cortesía atarantada y ataranátadora, su lisonjería (que devuelvo, constituyéndose ésta en la mejor actuación de mi vida), sus sonrisitas ensayadas (que supero en falsedad mientras me cago de risa en mis adentros). Pero cuando agarro confianza, cosa que no demoro en lograr, les buitreo en la cara sus propias atrocidades, sus mediocridades, lo que aprendí a rechazar de ellos. Y ellos, despistados, se ven arrastrados a un diálogo sobre temas de los que nunca hablan porque se temen a sí mismos. La mayoría de estos malos actores de vinil, números de un rebaño, buenos alumnos de su temor a la realidad, se incomodan, se apartan o se hacen los cultos hablando cojudeces extraídas del último bestseller que leyeron, del último geniograma que resolvieron, del último documental de People & Arts o Discovery. Pero sus muecas de prejuicio y de terror los delatan.
Desde niño los vengo observando. En los clubes, en los desfiles, en los restaurantes, en las fiestas, en los bailes. Los analizo, los descuartizo con mi cuestionamiento, leo su incapacidad de ir más allá de sus respingos en cada sonrisa, en cada limpiada de boca con la servilleta de tela, en cada converse, en cada discursito, en cada saludo. Y desde niño me digo: "Cualquier cosa en la vida, pero nunca ser como ellos". Estoy entre ellos para sacarles lo que me sirve para sobrevivir, los utilizo y aunque lo diga aquí y lo lean, no se dan cuenta ni nunca se darán cuenta. Aunque se los grite a la cara. A los que pueda rescatar, los rescataré. Pero, para rescatarlos tengo que estar seguro de que ellos se han hastiado tanto de esa farsa como yo, porque sino regresarán. Tengo que estar seguro de que no tendrán miedo a verse a sí mismos tal y como son y de que aguantarán muchos años hasta que ese llanto se vuelva un deseo de liberar a otros de las garras de "la alta sociedad", a la que yo aprendì a llamar, por siempre: "La más alta suciedad".
¡Para incitar a muchos a apartarse del rebaño, para eso he venido! Que así sea.
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