Belaúnde y Toledo
Devorados por la "boca de urna" La historia demuestra que no es la primera vez que un candidato canta victoria antes de tiempo
No hay nada nuevo bajo el sol y las historias se repiten cada minuto con la misma temática, pero con diferentes protagonistas. Esta vez, el tema del consabido resultado a pie de ánfora que es lo mismo que boca de urna, lanzado al estrellato en circunstancias por todos conocidas, nos remonta a la época de 1962 cuando el joven arquitecto Fernando Belaúnde Terry también sucumbió al embrujo de este sistema semi-clandestino que hipotéticamente lo encumbró a destiempo como jefe de Estado, para luego bajarlo de su pedestal, pues no era el ganador. ¿Historia similar a la de don Alejandro Toledo?...Efectivamente, esas historias son similares y GENTE las recupera para usted.
Estamos en el año 1962 y la efervescencia electoral alcanzaba su punto más neurólógico en las plazas públicas. Dos candidatos de fuerza se enfrentan con grandes posibilidades de triunfar. Por un lado, un Víctor Raúl Haya de la Torre en su mejor momento y por el otro, un Fernando Belaúnde Terry liderando a la juventud en todo su apogeo y vehemencia. Duelo de colosos en el que cualquiera podía triunfar. Tras las escaramuzas correspondientes, ambos candidatos quedaron expeditos para los comicios de la época. Pues bien, en ese tiempo ya existía la nível "boca de urna" que brillaba en todo su esplendor arrojando resultados a mansalva en una suerte de fábrica de sueños.
En ese tiempo estaba dueña del mercado televisivo, Panamericana Televisión, con su locutor, presentador y animador de moda, don Humberto Martínez Morosini, quien fue el encargado de dar el flash electoral proclamando como ganador a Belaúnde. Y los flashes se repitieron intermitentemente teniendo como figuras a Morosini y Belaúnde, quien fue presidente de la República por un día, pues luego cuando se dieron los resultados oficiales, grande fue su sorpresa al saber que Haya de la Torre obtuvo 558,237 votos y Belaúnde 543,828 votos, es decir, el arquitecto estaba en desventaja por 4,409 de diferencia.
Belaúnde se fue a Arequipa a dirigir una asonada, protestando por un supuesto fraude electoral. La sangre no llegó al río, pero el noble arquitecto sufrió una de las más terribles humillaciones en su impetuoso inicio político.
En la segunda vuelta electoral, Haya de la Torre sacó 50 mil votos más que el año anterior, lo que dejaba claramente establecido que no había fraude. Pero los militares dieron un golpe de Estado y el Apra no llegó al poder.
Ahora, trasladámonos abruptamente al año 1980, momento en que Belaúnde tentaba suerte para un segundo período, teniendo como principal rival a Armando Villanueva del Campo por el Apra. La campaña electoral arreciaba y Belaúnde en un emotivo discurso lanzado desde el balcón de su local partidario en Paseo Colón, motivó a la masa popular a apoyarlo en las justas electorales, cuando de pronto una voz se alzó gritando a voz en cuello: (¡Vamos a Palacio! ¡Vamos a Palacio!), las voces se juntaron, se mimetizaron y cobraron nueva fuerza. La juventud vibraba de emoción. Tras doce años de dictadura militar, un nuevo despertar de voces que no se querían callar clamaban al líder de antaño su protagonismo en el quehacer político nacional.
Los jóvenes universitarios, cuyas edades fluctuaban entre los 18 y 25 años, colmaban las tres primeras cuadras de Paseo Colón, e incitaban al candidato a marchar a Palacio de Gobierno. Belaúnde no se hizo de rogar, sobre los hombros de sus adherentes se lanzó a la batalla callejera. La masa ya marchaba hacia la Plaza de Armas, cualquier cosa podía suceder. Entonces, la experiencia, la muñeca, y su privilegiado dominio de masas, le permitió parapetarse sobre un pequeño terral en plena Plaza Grau y, con su verbo contundente, detuvo a la masa, la contuvo, la detuvo y la convenció de que no era el momento de causar atropellos a la propiedad pública y privada. (No pretendamos entrar por la venta o por la puerta falsa, cuando la puerta principal nos espera a media esquina), dijo, ante el aplauso emocionado de sus seguidores.
En otras palabras Belaúnde tuvo la suficiente entereza para dominar a las masas descontroladas de su época. Esto es algo que le faltó a Toledo ¿no?
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