"¡Junto a la conciencia malvada ha crecido hasta ahora todo saber! ¡Romped las viejas tablas vosotros, los hombres del conocimiento, rompédmelas!" (Así habló Zarathustra p.181, Friedrich Nietzche)
LA HISTORIA: OPIO DE LOS DEBILESLos protagonistas de la historia nunca la escribieron. Ellos sólo vivieron y otras personas interpretaron sus actos. Al perpetrar su interpretación, estos escritores o narradores manifiestan sus propias simpatías o antipatías. Si el personaje que están "inmortalizando" les cae hasta el culo, ellos aumentan los errores, exageran las quejas de sus contemporáneos, ridiculizan sus logros, etc. Es típico también que califiquen de locos a los supercuerdos que cuestionan una época. Cuando alguien les cae bien o les satisface algún deseo, los historiadores exageran las virtudes, convierten los actos instintivos en heroísmo, disminuyen o desaparecen los defectos, etc. Por ejemplo, la historia de la guerra con Chile o del conflicto con el Ecuador es diferente al pasar las fronteras. Para los peruanos, el soldado que mató a un ecuatoriano en la guerra del 40, defendiendo el territorio "sagrado" de la patria (palabra que significa "tierra de los padres" y cuya sacralización ha implicado una castración de la voluntad de reforma), es un héroe. Pero, para la madre de ese ecuatoriano muerto y para el resto de ecuatorianos, ese mismo "héroe" es un maldito hijo de perra asesino. Y así podríamos dar miles de ejemplos sobre lo inconsistente, pedante y falso que es el relato histórico.
Los débiles (la humanidad promedio) se sienten seguros cuando se esconden en la mayoría. O sea, han aprendido a ser rebaño. Son incapaces de crecer, de cuestionar, de investigar y de ver puntos de vista diferentes, tienen miedo a lo desconocido y a lo diferente. Son los típicos "repetidores de tradiciones", guardianes de las leyendas de su país sólo por el hecho de haber nacido (san puta sabe por qué) en un trozo de tierra determinado que ahora tiene el nombre de un país, pero antes era territorio ajeno, tribal o libre (la expropiación, la guerra y la muerte han sacralizado ese terreno). Y de esto no se libran ni siquiera los religiosos, quienes se supone que deben trascender las designaciones materiales en lugar de vivir para condenar a quienes buscan lo que a ellos les donan. Fariseos de mierda.
Los débiles necesitan de historias llenas de frases, de simbolismo, de personajes monumentales, de hazañas, de martirio (al que yo llamo suicidio socialmente honroso) y demás huachafadas que lo alejan a uno de la verdadera preocupación por el desarrollo interno.
El ser humano debe ser creativo para ir más allá y para ello no necesita masturbarse con un pasado teatralizado, novelesco, tragándose placebos históricos que lo hagan sentirse orgulloso de íconos que nadie conoce y que algún gil historiador divinizó. Los débiles inventaron los libros de historia para darse ánimos con leyendas y salir adelante cuando su incapacidad los atormenta y paraliza. "Todo tiempo pasado fue mejor" es la excusa del incapaz, del débil, del conformista, del inestable, del mediocre, del fracasado, del ahuevado. Esa es su seguridad. Y si, por sus méritos en pro de la bestialización de la poca humanidad que le queda a los hombres, alguien lo incluye en esa historia, su inseguridad y la de sus descendientes se diluye, sienten que han entrado a la lista de los eternos. Huevadas. No hacen más que perpetuar la ignorancia y son convertidos en dioses en el panteón de los débiles.
La historia, tal como nos la han contado, es el opio de los débiles. Su excusa para sentirse ganadores y fuertes.
Hasta la próxima. Y busca siempre "El quinto pie del gato", es bueno ver la vida desde adentro...
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