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      ¡Horror, horror! 
 
  


Hasta cuándo vamos a permitir este tipo de negligencias tenía sólo 17 años de edad y su pasión era el fútbol que jugaba el equipo de sus amores: Universitario de Deportes. Esa tarde de domingo al igual que otras cien mil tardes, José Martín Mayta Torres, dejó un momento a su madre, quien vendía golosinas bolsa en mano, para sentarse un momento en las graderías del Estadio Nacional. La "U" se enfrentaba al Unión Minas, equipo que andaba deambulando por la tabla. De pronto el gol, inusitado, rápido, contundente. Casi al mismo tiempo un par de manos siniestras encendieron una bombarda y en lugar de lanzarla hacia arriba apuntaron en forma horizontal.

El artefacto surcó los aires, cruzando sobre las cabezas de los jugadores. Luego, un grito desgarrador y la tragedia total. En medio de un dolor profundo la bombarda se incrustó en el ojo izquierdo del joven. Su madre se dio cuenta, corrió a su lado, no sabía qué hacer, el artefacto destellaba en todo su horror y acabó con la vida de un joven ser humano cuyo único delito fue el de querer espectar un partido de fútbol.

¿Culpables?... Sí, por supuesto que los hay, ¿quiénes, los de las barras bravas?... También, pero no solamente ellos, sino los administradores del estadio, los custodios del orden, e incluso los dirigentes, que una vez más cometieron negligencia al no prevenir este tipo de actos. Ahora, todos ellos se rasgan las vestiduras y se echan la pelota a diestra y siniestra, mientras el dolor de la madre por la pérdida irreparable se acentúa. Claro, ahora le pondrán cajón oscuro, flores de primera, un buen nicho, pero José Mayta, ya no está físicamente, pues la artera mano asesina de un cultor de las barras bravas ya cumplió su cometido. Sin vigilancia alguna ni control de por medio los barristas del patíbulo tienen el estadio convertido no en tierra de nadie sino en propiedad de ellos. Pero no, ahora que sucedió esta tragedia, todos salen a declarar, a pedir responsables, a exigir sanciones.

Quiere decir entonces que es necesario, como siempre, que sucedan este tipo de desgracias, para poder recién tomar cartas en el asunto. ¿Cuántos niños o adolescentes más tienen que morir para que las autoridades hagan algo?


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