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Artículos de Fondo 
       
Edición 1318
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      La Iglesia quiere
      reconciliarse con
      el mundo 
 
El perdón del Papa  


El domingo 12 de marzo del año 2000 es tal vez el día que más quedará en la memoria de los cristianos y, quién sabe, del mundo entero. El Papa Juan Pablo II, con la espalda encorvada por sus 79 años de tener los pies sobre la tierra y de no ceder a las presiones de sectores poderosos de la Iglesia Católica, en un acto público que es criticado por igual cantidad de católicos que los que lo alaban, pidió perdón al mundo por los pecados cometidos por la Iglesia en 2000 años de historia.

No queda claro para muchos si pidió perdón a nombre de todos los cristianos o de las autoridades que han manejado la Iglesia. Pero el punto es que su perdón no fue una emoción de momento, sino un acto estudiado, investigado y bien preparado. El cardenal Joseph Ratzinger, encargado desde hace muchos años de la Comisión de la Doctrina de la Fe, calificada por algunos como la prolongación no violenta de la Santa Inquisición, es el responsable de la preparación del documento eclesiástico que se titula: "Memoria y reconciliación: la Iglesia y las culpas del pasado". Es a partir de este documento que el Papa pidió que se prepare una homilía para que él, a nombre del rebaño católico, pida perdón por las faltas del pasado y se comprometiera a velar porque no sucedan nunca más los abusos terribles de los predicadores y los hijos de la Iglesia.

Los pecados por los que Juan Pablo II pidió perdón estaban clasificados en siete categorías (número muy significativo por corresponder a la perfección divina y absoluta en la numerología judeocristiana): pecados generales; pecados en servicio de la verdad; pecados contra la unidad cristiana; contra los judíos; contra el respeto, el amor, la paz y las culturas; contra la dignidad de la mujer y las minorías y contra los derechos humanos. Cada categoría corresponde a un número de pecados específicos, que también detalló en su acto de contrición desde la Plaza de San Pedro, en Ciudad del Vaticano.

Juan Pablo II ha tenido que vencer innumerables presiones para hacer valer su autoridad como piedra angular de la Iglesia. No toda la curia romana estaba de acuerdo con su idea, ya que para muchos este arrepentimiento podría ser utilizado por los enemigos de la Iglesia en su contra.

Haciendo memoria
La Iglesia Católica ha realizado lo que han llamado "purificación de la memoria". Y aquí en GENTE queremos hacer acordar a nuestros lectores algunos de los hechos más conocidos por los que el Papa se arrodilló ante el mundo.

Desde sus inicios, San Pablo y San Pedro discutían si se debía evangelizar a los "gentiles" (idólatras o paganos). La Biblia cuenta de las primeras discusiones entre los seguidores de estos dos apóstoles de Cristo. Uno lanzaba dardos al otro en sus escritos, sin dar nombres por supuesto. Y pasados algunos siglos de esto, se registrarían las primeras condenas por herejía, entre los que se encuentran los pelagianos y las corrientes gnósticas, cuyos representantes más notorios fueron desterrados, excomulgados y perseguidos durante los primeros cinco siglos de la Iglesia.

El medioevo es tal vez la época en la que más pensó el Papa al pedir perdón. Es en esa época en que aparecen los cruzados, los vínculos indisolubles entre Iglesia y Estado, las guerras santas, las conquistas de pueblos y su evangelización forzosa, los grandes cismas, la venta de indulgencias y, finalmente, con todo lo que significa, el Tribunal de la Santa Inquisición. Por supuesto, todo ello matizado por la persecución y quema de brujas y por la prevalencia de las ideas arcaicas, simbolizados por dos grandes estudiosos que sufrieron diferente suerte: Galileo Galilei y Giordano Bruno. El primero tuvo que negar ante un tribunal religioso que había descubierto que la Tierra giraba alrededor del Sol. Es que los eclesiásticos "sabían por inspiración bíblica" que era absurdo que la Tierra no fuese el centro del universo: allí estaba la Iglesia, allí había nacido el Salvador. ¿Cómo podría girar su poder religioso alrededor de esa estrella? Pero la Iglesia recién en 1992 acepta que se equivocó al decir que Galileo era un hereje. Y Giordano Bruno, lamentablemente fue quemado por andar diciendo las mismas tonterías que Galileo, aparte de otras de mayor calibre, como reconocer que el universo es infinito. Si eso era cierto, ¿dónde estaba la morada de Dios?, le recriminaban sus jueces. Por andar por Europa contradiciendo a la Iglesia, Bruno fue quemado en un acto público en el año 1600. Por supuesto que su perseguidor y castigador, el cardenal Roberto Belarmino, fue elevado a los altares de la Iglesia en 1930. Y ahora, ¿dónde queda la santidad de Belarmino cuando la Iglesia, en mayo, diga que se equivocó al condenar a Giordano Bruno, tal como lo hizo ya con Galileo?

Más cerca aún. ¿Será posible recordar a cuántos indígenas americanos se les arrebató a la fuerza, con torturas físicas y psicológicas, su fe autóctona y se les "regaló" la fe católica?

Entrando al presente, en las dos guerras mundiales y en múltiples conflictos de este siglo, la Iglesia ha tenido interesante participación. Los nazis prácticamente fueron avalados por el Papa de turno. Tan es sabido esto, que la reacción del gran rabino ashkenazi de Israel, Israel Lau, se sintió "profundamente decepcionado de que el tema del Holocausto no haya sido tratado durante la homilía papal".

Ahora al Papa le toca supervisar
Luego de pedir perdón, el Papa Juan Pablo II deberá organizar un sistema de control para que las intervenciones de las autoridades eclesiásticas en la política desaparezcan. Por ejemplo, aquí en el Perú, tenemos a una figura que, definitivamente, no vibra en la misma onda que el Sumo Pontífice. El cardenal Augusto Vargas Alzamora, quien desde hace más de diez años ha mostrado una inclinación a la vocación política más que a la religiosa.

Sabemos que para que alguien sea elegido cardenal existe todo un procedimiento y que el Papa es quien decide si realmente el candidato es apto para tan alto honor y responsabilidad. Parece que aquí se le escapó.

Ya que estamos haciendo una "purificación de la memoria", recordemos algunos extraños eventos relacionados con Vargas Alzamora, el ex arzobispo de Lima que se luce hasta hoy como un experto en odio, sentimiento no cristiano.

Es bien sabido, pero bien olvidado también, que Vargas Alzamora se inclinó por el español Mario Vargas Llosa cuando éste postuló a la presidencia de la República en las elecciones de 1990. También se sabe que en ciertas ocasiones, según reveló el "hijito de apá" Alvarito Vargas Llosa en uno de sus libros, Vargas Alzamora, así seriecito como se le ve, se escondía en una camioneta para visitar a su candidato preferido. Si él podía visitar al escritor cuando quisiera sin esconderse, ¿por qué temía ser visto?

Por supuesto que cuando su candidato perdió frente a Fujimori, el cardenal se subió al carro de la oposición y durante años ha estado atacando frontalmente al presidente que los peruanos eligieron haciendo uso de su derecho a opinar. Este monseñor, en actitudes que no se comprenden cuando vienen de un alto representante de la Iglesia del perdón y el amor a los enemigos, y en directa desobediencia a la tradición eclesiástica y al Papa, ataca por odio personal al jefe de gobierno de un país que hasta hace pocos años tenía como religión oficial al catolicismo. Ya no es así.

¿Qué clase de ejemplo puede ser para los católicos peruanos el que el cardenal, autoridad que representa a la alta jerarquía eclesiástica, odie? ¿Los domingos habla de amor al prójimo y el lunes destroza con su odio a un gobierno democráticamente elegido? ¿Qué vergüenza?

Recomendamos a la Iglesia Católica del Perú que analice sus posiciones y que siga el ejemplo del Papa. Que ese acto de perdón sea de verdad y que de una vez por todas las autoridades religiosas dejen de inmiscuirse en política. No les corresponde. (Juan Carlos Chaparro)


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