Es mágico que en la fecha de hoy se combinen dos números importantes para mí: el 15 (número que representa la carta del demonio en el tarot alquimista) y el 3 (para mí, el número perfecto, es el menor número que puede reflejar la eternidad: inicio, medio y final; pasado, presente y futuro).

Hoy quiero quitarle la máscara a un cura y arrojar al infierno lo que él representa.

Manuel Rodríguez: santo de moda, curandero avalado por esa sociedad de manipuladores de conciencias que es la secta católica, pastor de rebaños engañados y representante moderno de la inquisición mental (que si por él fuera volvería física de nuevo).

Yo tuve una experiencia con ese cura y me siento orgulloso de haberlo obligado a mostrar su verdadera naturaleza ante las cámaras del noticiero Buenos Días Perú, de verlo temblar y pedir perdón después de ser emplazado a aceptar que su ataque al grupo religioso al que yo pertenecí en una oportunidad no era una secta diabólica, como él alegremente había escupido en el mismo programa una semana antes de este vergonzoso (para él) y triunfante (para mí) arrepentimiento. Lo hice pedir perdón, pero eso fue sólo un espectáculo que no me creí, porque aparte de eso le mandé una carta de cuatro páginas en la que le enseñé que debía investigar antes de abrir la boca y acusar. Nunca me respondió, o sea, se me mariconeó. ¡Cómo me hubiera gustado que acepte mi invitación a un debate público sobre temas de religión! Pero no atracó. Ahora lo podemos ver en su canal de televisión, asesinando la voluntad humana con peroratas que terminan irremediablemente en ir a visitarlo, entregarse a su ego (que él llama Jesucristo) y donarle dinero para que su canal pueda seguir transmitiendo cantitos tontos, placebos irrespetuosamente escatológicos, charlas de inconformes que no se atreven a mirar al mundo de hoy y quieren instalar un posapocalíptico reino donde el odio, disfrazado de amor a Dios y al prójimo, haya vencido a la constancia y a la búsqueda de la autenticidad. Y es adorado como un salvador. ¡Puajjj!

Detrás de esa imagen de curita lindo, españolito campechano amoroso, no hay otra cosa que una vedette del dolor ajeno, un mitómano (un mentiroso que se cree su mentira) domado por sus temores y que representa a la institución más atemorizante de la historia, la que ha llevado al mundo a la situación en la que se encuentra hoy, lleno de títeres insatisfechos, de timoratos, de irresponsables e hipócritas que no pueden afrontar la responsablidad de sus actos y deben escudarse en un poder externo para justificar sus actos "buenos" o "malos". El cura Rodríguez es un promotor del odio hacia los que no creemos en lo que él predica, es un castigador psicológico y un manipulador de masas aterrorizadas por la idea de que un ser superior a ellos los condene a una eternidad de sufrimiento por pecados más poderosos que el tan propagandeado pero vacio amor de su dios.

Dios está en la TV y nos da vergüenza. Dios ha contratado personas como Rodríguez, que se visten como médicos del alma y sólo siembran temor, poseros con imagen de seguridad pero nada atractivos para una juventud que ya no quiere ser engañada por historietas transmitidas como verdades absolutas a través de una historia manejada por poderes e intereses de seres dedicados a aplastar la naturaleza humana y a hacer temblar a niños inocentes con la imagen de un infierno más candente que la mentalidad reprimida de confesores televisados que piden limosnas para comprarse un canal, movilidades y vivir de su falsa magia adquirida a través del engaño.

Hasta la próxima. Y busca siempre "El quinto pie del gato", es bueno ver la vida desde adentro...