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Chocolate Espeso 
       
Edición 1313
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                                  Macera


La izquierda criolla se ha rasgado las vestiduras al enterarse de la aceptación de Pablo Macera a candidatear en la lista parlamentaria de Perú 2000. Los rabanitos (rojos por fuera, blancos por dentro, al decir de Manuel Seoane) han pegado un grito al cielo al enterarse que uno de los pocos intelectuales y pensadores originales de procedencia marxista que tiene el Perú, ha tenido la audacia de darle las espaldas a las viejas mentiras y mitos de una seudoizquierda que sobrevive por la inercia histórica.
Esa izquierda, otrora jugosamente rentada con el oro de Moscú, y que ahora respira y habla gracias a los dólares de ONGs, becas, fundaciones y partidos europeos que Lenin, Stalin o Trotsky no hubieran vacilado en calificar de burgueses; esa izquierda que se volvió parlamentaria por los buenos sueldos de este poder del Estado, ha criticado malamente al historiador Macera por su decisión de apoyar a Fujimori.
Con toda seguridad hubieran preferido, y aplaudido, el que Macera apoye a Andrade, como ha hecho Mohme o a UPP como Pease. O a cualquiera, finalmente, con tal de que no sea Fujimori.
Las razones aparentes de Mohme, Pease o Guerra García son el rechazo a la reelección, al autoritarismo, al neoliberalismo, las reales son simple odio político. Odio que Macera no comparte. A él parece interesarle la suerte que podría correr el Perú con un par de aventureros políticos como Andrade o Castañeda, cosa que al parecer tiene sin cuidado al antifujimorismo de izquierda.
Lo que la seudoizquierda quiere es cerrarle el paso a Fujimori a cualquier costo: caos, desorden, desgobierno, inflación, rebrote del terrorismo.
Hasta donde sabemos, Macera es un intelectual que se ha mantenido al margen de los privilegios de la izquierda exquisita e hipócrita y, por lo tanto, tiene autoridad moral para hablar de los pobres del Perú. No la poseen quienes no han hecho otra cosa que vivir del tema pobreza.
Incluso se podría decir que no hay izquierda en el Perú pues a la punta de agitadores profesionales, vividores y zamarros que manejan colegios profesionales y centrales de trabajadores, no se les puede, en puridad de verdad, llamar izquierdistas. Tampoco a los intelectuales resentidos. No sin insultar la memoria de los socialistas y comunistas que sí la sudaron e incluso murieron por sus ideales.


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