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Memoria del aire 
       
Edición 1311
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                          Memoria del Aire 

"Escenas"
González Vigil: poesía, fiesta de la palabra



Petroperú sólo merece celebraciones por su condición de auspiciadora de la formidable (dos tomos, más de 1500 páginas) poesía peruana siglo xx, selección, prólogo y notas de Ricardo González Vigil, obra que lo consagra como el mayor crítico y antólogo vivo que entra al siglo XXI.

Obra imprescindible para quien desee hurgar en lo que ha sido la gran (no es una hipérbole) creación poética peruana de la fenecida centuria, la presente seleccion reúne la obra de 202 bardos peruanos, desde el modernismo (con el poco conocido poéticamente, Manuel González Prada) hasta la Última generación, con el muy joven Alberto Valdivia Baselli, nacido apenas en 1977.
La selección no sólo es una verdadera y merecida fiesta de la palabra que la poética peruana hace tiempo demandaba, sino que deviene en un imprescindible marco de referencia porque ha sido hecha, dentro de los parámetros de errare humanum est, con el mayor rigor, con la mayor dedicación, con un esfuerzo verdaderamente hercúleo que, según sabemos, ha demandado la vuelta de más de un calendario.

¿Que una antología tiene riesgos?
¡Quién no lo sabe! Y el propio autor acaba de expresarlo en recientes declaraciones de prensa: "Por supuesto que todo esto tiene un margen de error, pero creo que es necesario hacer una valoración porque no se pueden dejar los poemas librados a que cada uno opine lo que quiera. Es necesario correr el riesgo de cometer injusticias y errores. La peor injusticia y el peor error serían no valorar nada. Sería el caos absoluto decir que todos los poemas valen y todo está permitido".

En efecto, algo de lo más valioso (y hermoso, porque no hay incompatibilidad alguna entre belleza y valor) es la capacidad de Ricardo González Vigil (poeta él mismo, que, no obstante, ha tenido la exquisita delicadeza de no incluirse, como sí han hecho muchos antílogos); ha dado muestra (decíamos) de su capacidad de rectificar. Así, hay poetas que no figuraron en su anterior (1984) y muy comentada selección (la que hiciera para el Banco Continental: Poesía peruana. Antología general. Tomo III: De Vallejo a nuestros días) que ahora están presentes; y aun hay otros que, en aquélla, aparecieron con una representación muy exigua de su obra, que ahora se hallan con una más plausible.

Ricardo es uno de esos monjes cartujos de la literatura: casi un oficiante de ella, al margen de capillas (y más bien marginado por algunas de ellas que allende y aquende medran) ha desarrollado, sin prisa pero sin pausa, una obra personalísima, no sólo en el campo de la crítica, la historia y la selección literaria, sino en el de la articulación de una obra propia en el campo de la creación poética. De allí sus condiciones especiales para abordar una tarea tan delicada como la que acaba de dar a luz.

Independientemente de los nombres imprescindibles, un antílogo se destaca por lo que arriesga al incluir nombres generalmente preteridos. Cito algunos, al azar: de la época del modernismo, a Delia Castro González, Domingo Martínez y Serafina Quinteras. Del posmodernismo, Oscar Imaía y Catalina Recavarren. Del vanguardismo y posvanguardismo, Esther Allison y Rodolfo Ledgard. En esta etapa, como muestra de la pluriculturalidad, muy peruana, la obra de Kilku Waraka y Kusi Paukar. En la Generación del 45/50, Rosa Cerna (arrinconada en la literatura infantil), Enrique Huaco y Edgar Guzmán. En el 60, Pedro Morote y Germán Carnero. En el 70 Juan Bullita, Otilia Navarrete, Luz María Sarria, Ricardo Oré, Elvira Roca Rey y Angel Garrido Espinoza. De los '70 a los '80, Fernando Castro, Dida Aguirre García, Marcela Robles, Carlos Reyes Ramírez, Juan de la Fuente.

Valiosísimas me parecen las inclusiones, en los '90 de uno de los últimos poetas malditos, Carlos Oliva, y del muy joven (apenas un libro publicado: fue mi alumno en Estudios Generales de la San Martín) José Carlos Irigoyen.

¿Y los excluidos? No hay apuro. Para la verdadera poesía el tiempo de las antologías no cuenta. Si es arte bueno, aparecerá. ¿Si no? ¡Peor para el antílogo!


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